
Si en su día fue Orson Welles el que impactó soberanamente dirigiendo y produciendo con tan sólo 26 años una de las obras fundamentales del celuloide, como es Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941), el británico Edgar Wright, no se queda atrás. Obviamente no tienen nada que ver, ya que Welles destacó por su impresionante capacidad de innovación y originalidad, abriendo nuevos senderos en el lenguaje cinematográfico, y en cambio Wright se dedica a explorar unas técnicas ya empleadas pero combinadas con maestría para que, a pesar de emplear elementos de terror, acción, drama o suspense, el resultado acabe siendo una comedia redonda.
Si Zombies Party (Shaun of the dead, 2004) era un homenaje paródico a los metrajes sobre muertos vivientes, Arma Fatal (Hot Fuzz) está conectada directamente con el adrenalítico cine de acción.
El guión es sorprendente, así como la técnica con la cámara y las interpretaciones de Simon Pegg y Nick Frost, sus actores fetiche desde Spaced (una de las mejores series cómicas de la Historia, que dirigió Wright con 25 años y sólo se puede conseguir en España por Internet).
No pierdan de vista este nombre, porque aunque un sector de la crítica lo ignore, se ha convertido en un pilar básico del celuloide contemporáneo.
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