
Como ya sabrán, el arranque muchas veces es fundamental para comprender con mayor exactitud lo que el director quiere contarnos, ya que gracias a éste se vislumbra una atmósfera se reflejará durante el resto de la cinta.
El caso de París, Texas no podía haber sido más acertado, con unos créditos rojos sobre un fondo negro, una música inquietante mezclada con un vago punteo de estilo blues, unos preciosos planos aéreos de parajes desérticos y la soledad de un hombre trajeado con cara de preocupación que parece estar allí por casualidad. Como en el resto del film, la estética (que me recuerda a los hermanos Coen y el arraque concretamente a Pozos de ambición) se apodera del contenido.
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