Hoy les animo a ver un hito dentro de la ciencia ficción postindustrial. Nos encontramos en el planeta Urano, en el siglo XXV. El protagonista de la historia es Palmer Eldrich, quien tendrá un problema existencial dentro de un salto temporal que cambiará su vida...
Con esta curiosa premisa, el realizador Nacho Vigalondo nos narra con voz en off (interpretada por él mismo) una aventura espacial que juega con el drama, la acción y la fantasía. Pero no piensen en personajes vestidos de blanco, extravagantes peinados, naves espaciales y pistolas de láser. Unas simples imágenes de un hombre que se despierta, se levanta y se hace un café sirven para despertar un universo paralelo tan sólo mediante las palabras del director cántabro y de una música majestuosa. Este corto, rodado en 2002, es todo un ejemplo de que el presupuesto no hace el proyecto, y de que no hay mayor poder que el de la sugestión y la imaginación.Lo mejor es la última parte, la conclusión, que devuelve de un directo mazazo al espectador a la cruda realidad de un actor con dificultades para encontrar un hueco en el mundo cinematográfico y teatral. Sé que suena raro tal y como lo escribo, pero para entenderme, tendrán que visionarlo.Parece mentira que Vigalondo pueda conseguir tanto con tan pocos medios. Personalmente, y a la espera de su primer largo, Los Cronocrímenes (que en principio llegará a nuestra cartelera el 18 de abril), este portento creativo ha sabido impregnar de originalidad y personalidad cada proyecto firmado, ya sean cortometrajes o spots comerciales.
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