21 enero 2008

Arranque de 2001: Odisea en el espacio

He de reconocer que, quizá debido a mi todavía "infancia cinematográfica", 2001: Odisea en el espacio, una de los trabajos más aplaudidos de Stanley Kubrick (por parte de la crítica, claro está), me pareció un pestiño de gran calibre, larguísimo a pesar de que apenas dura más de dos horas, y prácticamente vacío de significado. Tan sólo recuerdo una estruendosa y constante música clásica aderezada con grandes planos generales del espacio y demás elementos que no causaron en mí ninguna sensación a destacar, salvo el profundo aburrimiento.

También queda claro que, de haberlo visto con alguno de los múltiples libros dedicados a analizar la obra, quizá otro gallo hubiera cantado. Pero vamos, la cogí en su día con ganas, conseguí milagrosamente convencer a mi madre para que me acompañara en el visionado (ella es asidua a los thrillers, películas de terror y algún drama que otro, pero ha visto bastante más cine que yo), y ésta se fue a la media hora con un cabreo considerable y negándome la opción de elegir nunca más la película noctura diaria (afirmación que, por suerte, tras un par de meses olvidó).

Lo que sí cabe destacar es su interesante arranque que, aun siendo independiente del resto de la obra (aunque indirectamente interrelacionado), esconde un profundo mensaje sobre la Humanidad, sin tener para ello que emplear una sola palabra. El mensaje en cuestión es "El amanecer del hombre" ("The Dawn of Man"), como así es definido este prólogo por el propio Kubrick.

Lo primero que aparece es la pantalla en negro durante tres minutos (con lo cual ya se pueden hacer una idea de lo que les espera si se atreven a ver el filme entero), tras lo cual aparecen alineados la Luna, la Tierra y el Sol (o eso me supongo). A partir de aquí, el arranque se puede dividir en cuatro partes diferenciadas:

- Amanecer: planos generales y fijos de paisajes desérticos, sin apenas agua. Se conoce que la muerte se encuentra presente. A continuación aparecen unos monos comiendo vegetales y defendiendo su alimento de otros animales, quedando patente que hay una jerarquía entre especies y vence la más fuerte. Llega un leopardo y ataca a uno de los monos (pobre especialista al que le tocara embutirse el caluroso y peludo traje para defenderse del salvaje animal).

Fundido en negro.

- Mediodía: Los primates están bebiendo agua en un estanque hasta que aparecen otros y los echan, por lo que dentro de una misma especie también rige la ley del más fuerte (en este caso, el que más grita). Los planos son más cortos, se puede ver una mayor acción.

Fundido en negro.

- Atardecer: Tras otros planos fijos del paisaje, aparece un leopardo que ha matado a una cebra. Anochece. Los monos están resguardados. En un primer plano se ve a un mono que mueve los ojos, parece haber oído algo.

Fundido en negro.

- Amanecer: Se despierta un primate y despierta al resto porque ha visto algo. La música comienza in crecendo. Es un monolito, el "tesoro" descubierto, una piedra perfecta, diferente a todas las demás (se han hecho miles de teorías sobre lo que representa dicho monolito, hágase usted la propia). Los monos tienen miedo pero se acercan y acaban tocándolo. Entonces Kubrick realiza un contrapicado de la piedra con el Sol y la Luna y vuelve a esos planos generales de paisajes desérticos con los que tanto le gusta torturar al espectador.

A partir de ahora comienza una historia lineal, sin fundido en negro de por medio. Cuando los primates tocan el monolito es el momento en que adquieren inteligencia, se distancian del resto de las especies. Un mono se queda mirando varios huesos esparcidos por el suelo. Mientras se anima a coger uno, la mítica música vuelve a aparecer. Comienza a golpear un hueso contra los otros a cámara lenta. En este instante se da cuenta de que le puede servir como herramienta, como un arma para atacar a otros animales de modo más fácil.


La siguiente escena muestra a todos los monos comiendo carne en lugar de vegetales: se han convertido en cazadores gracias a los huesos empleados como armas. Finalmente, los primates se enfrentan a los que anteriormente les habían echado a gritos de la charca con los huesos y, tras pegar una paliza skin a uno de ellos, el resto aprende la lección. El mono tira al aire el hueso homicida y la imagen se funde con una nave espacial (en la elipsis más larga de la Historia del Cine).

Kubrick con este gran arranque (por original, bien rodado y largo) demuestra que desde que el hombre adquiere la inteligencia, la emplea para la violencia y el estar por encima del resto. La gran característica universal del Hombre es la violencia, por encima de todo lo demás. De hecho, aunque a partir de aquí la historia sea futurista, con una tecnología superior y una mayor evolución, se verá que la violencia sigue siendo el pan de cada día y que hemos evolucionado mucho menos de lo esperado. Vamos, q estamos hechos unos putos animales.


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